Ayer regresé de mi viaje de vacaciones a Menorca. Han sido 7 días en los que hemos recorrido la isla de norte a sur y de este a oeste. Sólo puedo decir que este viaje ha confirmado mi fascinación por las Islas Baleares, ahora que ya he visitado todas. Siempre que voy me resulta sorprendente el ver que tenemos un auténtico paraíso a un tiro de piedra. Acostumbrado como estoy a vivir en la ciudad, a menudo se me olvida lo que hay fuera: Naturaleza a raudales que inunda los sentidos y te recuerda el valor de nuestro entorno natural, formado a base de millones de años de lenta pero sólida evolución.
Paradójicamente, el resultado de ese proceso es muy vulnerable y se altera muy fácilmente, sobre todo cuando intervenimos los humanos. Una de las cosas que hemos comentado a menudo en el viaje es la facilidad que tenemos para modificar el paisaje, casi siempre para peor. A pesar de todo, aún tenemos rincones increíbles que nos reconcilian con lo que fuimos y con lo que podemos llegar a ser: una sociedad avanzada y responsable que gestiona eficientemente sus recursos para mantener nuestro nivel de vida y garantizárselo a las futuras generaciones. A mí un día me gustaría llevar a mi hijo/a a Menorca para enseñarle Cala Mitjana, por ejemplo, y contemplar como sus ojos se abren como platos igual que me pasó a mí al contemplar este paisaje:
Cala Mitjana
También he puesto algunas fotos del viaje en mi cuenta de Flickr.
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